De todos los combustibles fósiles que se utilizan como fuente de energía
primaria, el gas natural es el de menor incidencia ambiental. El principal
componente del gas natural es el metano, aproximadamente en un
90%.
La estructura molecular del metano posee un átomo de carbono por cuatro
de hidrógeno, por lo que en su combustión genera menos CO²
que otros combustibles fósiles.
La ausencia en su composición de azufre, hidrocarburos pesados y otras impurezas le confiere notables ventajas con relación a la preservación del medio ambiente. Concretamente, el uso de gas natural como combustible para la generación de electricidad supone reducir aproximadamente en un 40% las emisiones de dióxido de carbono, si se compara con una central térmica de carbón equivalente.